miércoles, 15 de diciembre de 2010

Super oraciones

ORACIONES DE SANIDAD INTERIOR

Pídele al señor que te llene con su espíritu

Padre en el cielo, te agradezco tu inmenso amor por mí permitiendo que tu Hijo muera en la Cruz por mí, un pecador.

Jesús mi Salvador, te agradezco por cargar con mis pecados y maldiciones en Tu Cuerpo sobre la Cruz y enviar tu Espíritu Santo sobre mí.

Señor, Espíritu Santo te agradezco por venir a mí y hacerme un hijo de Dios Padre y un hermano de Cristo Jesús.

Señor, Espíritu Santo siento mucho los pecados cometidos por no haberme rendido a tu acción poderosa.

Me arrepiento de mis pecados. Acepto a Jesús como el único Señor de mi vida.

Dios, Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, para poder pertenecer enteramente a Ti, yo te consagro ahora, mi cuerpo y mi alma, mi entendimiento y todo mi ser, mis pensamientos y deseos, mis palabras y hechos, mis alegrías y tristezas, mi vida y mi muerte.

Gobierna sobre mí, ¡Oh Espíritu de amor! lléname, santifícame, fortaléceme y guíame.

(Repite la última frase con una fe expectante y creyendo que El está viniendo sobre ti, continúa alabando y dando gracias. Entonces experimentarás al Espíritu viniendo y llenándote. Reza a María, Inmaculada, Esposa del Espíritu Santo para que te vuelvas a llenar completamente del Espíritu. )

  1. LIBERACIÓN DE PECADOS HABITUALES

«¡No os engañéis! Ni Fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni sodomitas, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni ultrajadores, ni rapaces, heredarán el Reino de Dios» (1Cor 6,9b,10).

Por la repetición de un pecado, uno cae en el hábito de pecar. Cierta gente cae en pecados habituales para disimular algunas de los viejas recuerdos o temores.

Si rezas honrando las llagas de Cristo y Su preciosa Sangre, serás liberado de todas tus ataduras, porque hemos sido salvados por sus heridas.

La Sangre de Cristo, que por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios, limpiará nuestra conciencia de las obras muertas para dar culto al Dios vivo. (Heb 9, 14)

Debéis despojaros de vuestra vida pasada, del hombre viejo, corrompido por las concupiscencias engañosas, renovaos en vuestro Espíritu y en vuestra mente. (Ef. 4: 22)

¿Qué deberíamos hacer?

- Sé consciente de tus pecados habituales.

- Arrepiéntete de ellos y detéstalos de corazón.

- Como eres débil y flaqueas, ve a Jesús, Él te fortalecerá en tu debilidad.

- Si perseveras en tu vida de oración, y vida de sacramentos y haces buenas obras, estarás siempre unido a Jesús y serás incapaz de regresar a tu antigua manera de vivir.

«Todo el que ha nacido de Dios no peca, porque el Espíritu de Dios mora en él y no puede pecar, porque ha nacido de Dios». (1 Jn 3, 9)

Pactaré con ellos una alianza eterna, nunca cesaré de hacerles bien, y pondré mi temor en sus corazones, de modo que no se aparten de mí. (Jer 32: 40)

Recemos de esta manera:

Oh Jesús crucificado por mí en el Calvario, ten misericordia de mí. Rindo a tus pies todos mis hábitos y tinglados compulsivos (conscientemente trae cada uno de ellos que te han esclavizado puede ser alcoholismo, fumar, masturbación, homosexualidad, cólera, egoísmo, codicia, resentimiento, etc.). Oh Divino Salvador, lava mi corazón y mi mente en tu preciosa Sangre para que sean purificados y estén limpios como la nieve. Envía tu Espíritu Santo, y la fuerza y poder que fluye de tu Sagrado Corazón, dentro de mi corazón, para que yo sea capaz de no regresar a mi antigua forma de vida. Permíteme vivir muy cerca de tu dulce Corazón para que Tú puedas estar en mí y yo pueda estar en Ti viviendo siempre una vida santa. Alabado seas Jesús. Gracias Jesús. (Es bueno pasar más tiempo alabando a Jesús. Puedes cantar un canto de alabanza a Jesús).

Lee Mt 5, 1-48; Ef. 4, 17-32; Sal 22.

  1. ORACIÓN POR LA MISERICORDIA DE DIOS

«El Señor, el Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera, rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero que no los deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación» (Ex. 34, 7).

Quizás algunos de los problemas que encontramos son debidos a la maldad y vida pecadora de nuestros antepasados y mayores de la familia, pecados no arrepentidos, deudas sin pagar, abortos, asesinatos, afligir a viudas y huérfanos, brujería y hechicería, idolatría, etc... Estas cosas claman el desagravio de Dios. Por lo tanto necesitamos pedir la misericordia y perdón de Dios. Si hay que pagar alguna deuda, se debe hacer. Si está presente el odio o resentimiento, es necesario una reconciliación.

Mirad, no es demasiado corta la mano del Señor para salvar, ni es duro su oído para oír, sino que vuestras faltas han sido barreras entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho que oculte su rostro para no escucharos (Is. 59: 1-2).

Si es posible recemos la siguiente oración ante un Crucifijo o ante El Santísimo.

Oración

Oh misericordioso Jesús, ten piedad de mí, un pecador. Yo de todo corazón te pido perdón por todos los pecados e iniquidades cometidos por mis padres, abuelos, familiares, amigos y superiores. Lávame de mis pecados y culpabilidad por la preciosa Sangre que derramaste en la Cruz por mí. No me arrojes en cólera lejos de tu presencia. Ten misericordia de mí, oh Señor, así como fuiste misericordioso con el buen ladrón y la mujer pecadora y hazme tu hijo. Cúbreme con tu preciosa Sangre y escóndeme en tus llagas. Sé mi fuerza y fortaleza. Guíame a salvo por tu camino de salvación. Rindo mi yo a tu voluntad, Señor. Estoy listo para ir a donde Tú quieras que vaya. Estoy listo para hacer lo que Tú quieras que haga. Envía tu Espíritu Santo y fortaléceme Señor, mi Dios. Alabado seas Jesús. Gracias Jesús (repetir). Es bueno cantar himnos de arrepentimiento.

Lee: Jn 19, 17-37; Rom 5, 1-12; Sal 106.

  1. ORACIÓN POR LA SANACIÓN INTERNA

Debéis despojaros de vuestra vida pasada, del hombre viejo, corrompido por las concupiscencias engañosas, renovaos en vuestro espíritu y en vuestra mente y revestíos del hombre nuevo, creado según Dios, en justicia y santidad verdadera.

(Ef 4: 22-24)

Todo creyente experimenta dentro de sí mismo la vida del espíritu y la vida de la carne. Un Cristiano debe destruir las obras de la carne. (Rom 8, 13) y vivir una vida de acuerdo con el Espíritu Santo. La carne significa todas las imaginaciones, recuerdos, dolores, heridas, sentimientos negativos, sobresaltos, rechazo, culpabilidad, tristezas, sentimientos de abandono, malos hábitos heredados, malos hábitos adquiridos, imitaciones malas, etc... Cuando todos éstos están dentro de uno, no se puede vivir una vida según el Espíritu. Por lo tanto se necesita liberación y sanación interna. «Así que el que está en Cristo, es una nueva creación: lo viejo pasó; ved que ha nacido lo nuevo» (2 Cor 5, 17)

Qué debes de hacer:

- Trae ante el Señor tu viejo yo con todos sus problemas. Si pasas algún tiempo en oración podrás ver tu viejo yo bien.

- Cree que Jesús se llevó todas tus heridas en su Cuerpo sobre la Cruz. (1 Pe 2, 24)

- Invita a Jesús dentro de tu vida y pídele a Él que pase por ella desde el vientre de tu madre hasta ahora.

- Mientras oras, cree en tu corazón que el Señor te está tocando y sanando (1 Jn 5, 14-15) y alaba a Dios por la maravillosa experiencia de sanación interna.

Reza así:

Jesús, te pido que entres dentro de mi corazón y toques esas experiencias de vida que necesitan ser sanadas. Tu me conoces mucho mejor que yo a mí mismo. Por lo tanto, trae tu amor a cada rincón de mi corazón. Dondequiera que descubras al niño herido, tócalo, consuélalo y ponlo en libertad.

Retrocede en mi vida hasta el mismo momento en que fui concebido. Purifica mi cuerpo y libérame de esas cosas que pueden haber ejercido una influencia negativa en ese momento. Bendíceme mientras estaba siendo formado en el vientre de mi madre y elimina todos los obstáculos a la integridad que me puedan haber afectado en esos meses de confinamiento.

Concédeme un profundo deseo de volver a nacer y cura cualquier trauma físico o emocional que pudiera haberme dañado en el proceso de mi nacimiento. Gracias Señor por estar ahí para recibirme en tus brazos en al mismo momento de mi nacimiento, para darme la bienvenida a la tierra y asegurarme que Tu nunca me fallarías o me abandonarías.

Jesús, yo te ruego que rodees mi infancia con tu luz y toques esos recuerdos que me impiden ser libre. Si necesité más amor materno, envíame tu madre, María, para que me proporcione cuanto me falte. Pídele que me abrace, que me bese, que me cuente historias y que llene todas esas partes vacías en mí, que necesitan el consuelo y el calor que sólo una madre podría dar.

Quizás el niño interior se sintió necesitado en el área del amor paterno. Señor, que yo sea libre para gritar «Abba», papá, con cada parte de mi ser. Si necesité más del amor de un padre y garantía para asegurarme que yo fui deseado y amado muy profundamente, te pido que me tomes y sienta yo tus brazos fuertes y protectores. Dame y renueva mi confianza y valor para hacer frente a las adversidades del mundo para que sepa que el amor de mi Padre me sostiene si tropiezo y caigo.

Pasa por mi vida, Señor, y confórtame cuando los otros no me trataron bien. Cura las heridas de encuentros que me dejaron atemorizado, que hicieron que me replegara en mí mismo y creara barreras contra la gente. Si me he sentido solo, abandonado y rechazado por la humanidad, concédeme a través de tu amor sanador, un nuevo sentido de valía como persona.

La gente me rechazó y hablaron mal de mí cuando yo era inocente, y me sentí triste y resentido. Oh Señor, ven y cúrame. Te presento mis malos hábitos y mi viejo yo vicioso y corrompido, lávame y purifícame, Oh Señor.

Jesús, me entrego a ti, cuerpo, mente y espíritu, y gracias por hacerme íntegro. Gracias Señor

  1. ORACIÓN POR LA SANTIDAD

«Aún antes de la fundación del mundo Dios nos había escogido para que fuéramos suyos a través de nuestra unión con Cristo, así podríamos ser santos e inmaculados delante de Él» (Ef 1, 4). Santidad es la característica de Dios. Cualquiera que desee habitar en Él debe ser santo. Es la santa voluntad de Dios que todos seamos santos. (1 Tes 4, 3). Todos los días rezamos «que se haga tu voluntad» y es su voluntad que nosotros seamos santos. Uno que se esfuerza por la perfección cabe esperar que sea perfecto y santo como lo es su Padre Celestial. (Mt 5, 48) . Si uno puede alzar su corazón al Santo Corazón de Jesús, él puede embeber santidad de Él. Nadie puede experimentar a Dios a no ser que esté revestido de santidad. (Mt 5, 8; Heb 12, 14). En todo ser humano hay una sed inherente de experiencia de Dios. (Sal 42, 1-6) Cualquier experiencia solamente es posible cuando se reciben los datos a través de los sentidos. Los sentidos externos tienen sus correspondientes sentidos internos que reciben los datos que son espirituales para tener la experiencia de Dios. Cuando los sentidos están corroídos y manchados por pecados, ellos no pueden recibir tales datos. Por lo tanto uno debe de lavar sus sentidos y su corazón en la preciosa Sangre de Jesús y pedir al Espíritu Santo que los llene con la santidad de Dios. (Heb 9, 14)

Oración

(Cerrando tus ojos interiores puedes contemplar el Corazón de Jesús, maltratado y herido, y levantando en fe tu mano derecha, puedes sumergirla en la Sangre que mana de él, y señala cada parte de tu cuerpo especialmente el corazón y los sentidos con el signo de la cruz. La Sangre de Cristo está disponible para todos aquellos que creen. (Rom 3, 25). Así como los israelíes marcaron las puertas de sus casas con sangre y se protegieron a sí mismos, tú puedes en fe marcar todo lo que tú quieras con las Sangre de Cristo, tu hogar, tu habitación , tu tienda, los libros que lees, los utensilios, etc.)

Oh Jesús crucificado por mis pecados, ahora yo vengo a los pies de la Cruz y contemplando tu sagrado Corazón de donde fluye sangre y agua, humildemente te pido que laves mi corazón y sentidos para que yo pueda experimentar tu amor sin medida, y alcanzar la santidad de vida que Tú tanto deseas. Siento profundamente haberme manchado con diversos pecados en mi vida pasada. Uniendo todas mis pequeñas tristezas y sufrimientos con tus agudísimos sufrimientos en la cruz, yo expío por mis pecados. Oh Jesús, mi dulce Salvador, al rendirme a Ti, te expreso mi gran deseo de llegar a Ti más íntimamente para ver tu cara con mis ojos, oír tu voz a través de mis oídos, oler la dulce fragancia de tu divinidad y probar tu precioso amor y por tanto tener una experiencia personal completa de tu presencia. Oh Señor, déjame tocar tus santas heridas con mis manos (hacerlo) marcando y ungiendo cada parte de mi mismo para que pueda ser plenamente protegido de todo mal y de todo daño. Oh Espíritu Santo, ven a mí y habita en mí con la presencia de Jesús y del Padre para que pueda ser santo y sin mancha con todos los santos en el cielo. Amén

(Repetidamente puedes decir «Espíritu Santo, Señor, santifícame» y alabar y agradecer al Señor por un tiempo considerablemente largo, experimentando la presencia de Jesús dentro de ti. Si lo haces seriamente, con seguridad te sentirás sumergido en la santidad de Dios).

Puedes leer los siguientes pasajes bíblicos:

Sal 51, 1-19; Mat 5, 1-48; Ef 4, 1-32; Col 2, 1-23

  1. ORACIÓN POR LA SANACIÓN FÍSICA

Jesús cura a todos los que se acercan a Él con fe, aun hoy día. Es la fe en Él lo que cura. «Tu fe te ha curado, vete en paz» son Sus palabras. Ellas son apropiadas hasta estos días.

"Le traían todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y sufrimientos, endemoniados, lunáticos y paralíticos y los curaba" (Mt 4:24)

Cómo rezar por la Sanación

Trae tu enfermedad al Señor que sana y ríndela con fe. Porque Jesús te ama, Él quiere curarte. Una vez que oras por una curación, debes creer en tu corazón que Él ya te ha curado, sea que tú veas la curación ahora o sea más tarde. «Y si sabemos que Él nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que hemos obtenido lo que le hayamos pedido.» (1 Jn 5, 15). Una vez que crees que Él te ha curado, debes dar testimonio delante de los otros. Observa la mujer con problemas de sangre. Después de haber sentido el toque sanador del Señor, ella sin titubeos declaró en presencia de toda la gente por qué ella le había tocado, y cómo se había curado ella instantáneamente. (Lc. 8, 47). Pero pide con fe, sin dudar (Sant 1:6)

Reza así:

Mi Señor Jesús, yo creo que me amas mucho. Te alabo y te rindo culto como mi único Salvador y Maestro. Te pido que cures mi enfermedad, dame una curación completa y hazme libre. Pon tus manos heridas sobre mi cabeza y deja que tu poder sanador se filtre a través de mi cuerpo, deja que mi órgano enfermo experimente el magnífico poder de tu toque sanador. Dame fuerza, Oh Señor, para que pueda ir por tus caminos y llevar a cabo todos mis deberes y obligaciones de acuerdo a tu Santa voluntad. Alabado seas Jesús. Gracias Jesús. Aleluya. (Repite la oración tantas veces como desees) Después de la oración de Sanación, debes pasar más tiempo alabando a Jesús.

Lee Lc 6, 22-56; Heb 11, 1-40; Hch 3, 1-26; Sal 38.

  1. ORACIÓN PARA ACEPTAR A JESÚS COMO SALVADOR

A cualquier casta o creencia que pertenezcas si necesitas salvación, necesitas creer en Jesús y aceptarlo como Señor y salvador de tu vida. Tienes que abandonar todas las otras creencias, de creer en otros dioses, de creer en ídolos y supersticiones, etc. Tú debes de estar convencido que Jesús murió por tus pecados e iniquidades. «Si tu confiesas con tus labios al Señor Jesús y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de la muerte, tú serás salvo.» (Rom 10, 9)

Oración

Padre Celestial, yo ....(nombre), gracias por darme a Jesús, tu Hijo unigénito para morir por mí en la cruz llevando mis pecados y enfermedades, para que yo pudiera morir al pecado y vivir una vida íntegra. En el pasado, mi mente estaba a ciegas sobre la forma de salvación que tú habías preparado para mí. Y así yo traté de justificarme ante ti por mis buenas obras no sabiendo que «mis buenas obras son como paño manchado». (Is 64, 6). Hoy me encuentro totalmente inútil delante de ti, incapaz de hacer nada por mí mismo para salvarme. Como San Pablo, yo grito : «¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?» (Rom 7, 24)

Hoy, Oh mi Jesús, estoy convencido en mi corazón que «no hay Salvación en ningún otro, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado entre los hombres por el cual nosotros debamos salvarnos.» (Hch 4, 12)

Y así Padre, trayendo a la mente tu promesa. «Cuando me busquéis de todo corazón, me dejaré encontrar de vosotros» (Jer 29, 13-14), vengo ante Ti abierto de mente y corazón buscando tu salvación, y confieso abiertamente delante de todos que Jesucristo es el único Salvador del mundo. Yo creo esto con todo mi corazón, y lo proclamaré sin avergonzarme en el futuro delante de los hombres.

Padre, hoy, convencido verdaderamente de mi fracaso para crecer en la gracia que Tú me has dado, vengo ante Ti con un espíritu deshecho, a confesar mi pecado de rechazar el Señorío de Jesús en mi vida, que es tan necesario para mi salvación.

Y así Padre, conforme a tu plan de salvación yo creo, en mi corazón y abiertamente proclamo que Jesucristo es el Señor (Rom 10, 9). Yo deseo ser un Cristiano llenado del Espíritu y cantar tus alabanzas por siempre. (Ef 5 , 18).

Señor Jesucristo, yo creo que eres el Hijo del Dios Vivo, nacido de la Virgen María, para ser el Salvador de todos los hombres. Te confieso mis pecados y te acepto como mi Salvador, Señor y Maestro. Lávame hasta quedar limpio en tu preciosa Sangre. Libérame completamente del dominio de Satanás, de mis tendencias a pecar, de mi egoísmo y egocentrismo. Ven al trono de mi corazón, amado Jesús. Yo quiero que seas el Señor de mi vida, el dueño indiscutible de todo lo que soy y de todo lo que tengo. Te invito a que entres en todas las áreas de mi vida, para que seas el dueño de mi vida y me controles y me guíes como te plazca. (Ahora menciona cada área de tu vida cuando dices: «Yo te entrego»). Yo te entrego mi vida entera mi familia, trabajo, negocios, propiedades, casa, dinero, entendimiento, educación, amigos, entretenimientos, estudios, aficiones, etc.

Ven Señor Jesús, Tú eres mi todo. Yo creo en tu palabra «A todos los que Le recibieron, a los que creen en Su nombre, Él les dio poder de hacerse hijos de Dios, quienes fueron nacidos, no de la sangre, ni del deseo de la carne, ni del deseo del hombre, sino de Dios.» (Jn 1, 12-13). Gracias Jesús. Alabado seas Jesús, Gloria a tu nombre. (Continua alabando a Jesús canta un himno de alabanza a Jesús). Lee los siguientes pasajes bíblicos:

Is 43, 1-12; Rom 10, 5-21; Ap 7, 9-17